Duendes de la mitología cántabra cubiertos de hojas, musgo y raíces; sus cara son sensiblemente negras y sus ojos de color verde.
Tienen un comportamiento exageradamente bromista, siendo el típico duende malicioso y pícaro. Gustan de esconderse entre arbustos y matorrales con la intención de sorprender a las muchachas jóvenes para poder tirarlas de las faldas. Acostrumbran a dormir en los árboles durante el verano mientras que durante el invierno duermen en las torcas. Se alimentan sobre todo de panojas y endrinas, aunque nunca se les ha visto beber agua puesto que se sabe que los trenti tienen un miedo terrible al agua ya que esta resulta venenosa para ellos, pudiendo resultarles mortal. Tambien son duendes, pero a diferencia de los trasgus, estos suelen ayudar al hombre sin que lo sepan, siendo particularmente buenos con los niños. Cuando alguien pierde algo, se entonaba una cancioncilla y el trenti solia hallar lo perdido. Siempre deseando agradar, ayudan a las ancianas que no pueden valerse ya los pastores que pierden el ganado tras la tormenta o las fechorías del ojáncano. Quien los ha visto los describe con pelo rojuco, ojos marrones y de mirada limpia, con ropa de musgo y hebillas de plata, zapatines de pieles de animales y un leve tintineo, como de gotas de lluvia que siempre se oye cuando se mueve.
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