La ojáncana también llamada "la novia del ojáncano" por las pérfidas maldades que tiene con él en común, es una gran criatura humanoide y de terribles rasgos físicos: carichata y macrocéfala, adornada con greñas de cabello oscuro, sucio y alborotado.
Con enormes y retorcidos dientes que surgen de su sobresaliente labio inferior imitando a los de un jabalí y con una piel escamosa y agrietada. Pero la más caracteristica deformidad es el gran tamaño de sus pechos que caen alargados como bolsas y que puede cargarlos a la espalda, acto que suele realizar cuando caza, está enfadada o huye. Le gusta cazar los niños que se pierden por el bosque, con los que se alimenta. Primero les roba toda la sangre, para ella el más exquisito licor, y más tarde los devora a grandes dentalladas. Cuando no dispone de sus infantiles víctimas, se tiene que conformar con comer animales, que acumula en sus antros lobregos y profundos, generalmente cuevas oscuras. En los umbrales de estos lugares es donde algunos lugareños dejan carne o pan de mijo junto a cuencos de leche o sangre de animales confiando evitar sus continuas salidas de caza de hombres, niños y rebaños. Se rumorea que existen ojáncanas en numerosas cuevas de Cantabria: en la Penilla de Cayón, Santurce de Toranzo y Cieza en Torrelavega.
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