jueves, 11 de enero de 2007

MITOLOGÍA CÁNTABRA






Introducción a la Mitología


Esta es la historia de un bosque encantado en la tierruca cántabra. Para adentraros en ella tendréis que poner, imaginación, ingenuidad, ilusión y mucho sentimiento.

Si queréis acercaros a estos personajes fantásticos de la mitología, tendréis que creer en la magia. Entonces podréis verlos correteando entre los árboles y matorrales, en la profundidad del mar, o paseándose por el cielo.

Os invito a pasear por mi bosque encantado y a disfrutar de toda la magia que lo envuelve; animaros y elegid vuestro personaje mitológico favorito.

Las Anjanas


La anjana es el ser bondadoso por excelencia de Cantabria; protege a las gentes honradas, a los enamorados y a quienes se extravían en el bosque o en los caminos. Las anjanas son mujeres de hermoso rostro y atractiva figura. Sus cabellos son largos y finos, adornados con flores y lazos de seda. Se visten con delicadas y bellas túnicas de seda blanca. Llevan sandalias (aunque algunos dicen que van descalzas) y un báculo con extraordinarias propiedades mágicas con el que apacigua a las bestias del campo con solo tocarlas; con este báculo se dice que realiza sus magias y curaciones milagrosas.

El origen de las anjanas nadie lo conoce; aunque se rumorea que son mujeres santas que Dios manda al mundo para realizar buenas obras y tras cuatro siglos vuelven al cielo para ya no regresar. También se dice que son espíritus de los arboles que tienen encargado cuidar de los bosques. Se suelen alimentar de miel, fresas, almibar y otros frutos que les proporciona el bosque. Viven en grutas secretas de las que se dice que tienen el suelo de oro y plata y en las que acumulan riqueza para la gente necesitada. Pasan el día andando por las sendas del bosque, sentandose a descansar en las orillas de las fuentes y los arroyos parecen cobrar vida a su paso. Allí, en las fuentes, conversan con las aguas, que entonces manan más alegres y cristalinas. También ayudan a los viajeros perdidos, a los pastores, a los animales heridos y a los árboles que la tormenta, el viento o el ojáncano ha quebrado.

Durante las noches, en algunas ocasiones, se pasean por los pueblos dejando regalos en las puertas de las casa de aquellos que se lo han merecido por sus buenas obras. Se dice también que las anjanas se reúnen en el comienzo de la primavera en los altos pastos de los montes y danzan hasta el amanecer asidas de las manos en torno a un montón de rosas que más tarde esparcen por los caminos. Aquel que encuentre una de estas rosas de pétalos rojos, verdes y amarillos será féliz hasta la hora de su muerte.

Son hadas buenas de la montaña, son mieles y blanduras en su espíritu, reflejos de bondades, de misericordias, De mansedumbres, de virtudes, muy hermosas y cabales, son la parte buena del alma de la imaginación, de la fe, en estas hechiceras dulcísimas que alivian las penas, las zozobras, las inquietudes, las ansias, el hambre, la sed y el dolor. Son un espíritu eternamente sosegado, de mes de Mayo, de noche de estío, de remanso transparente. Sensacines de lo divino. Sementeras y rocios inefables en sus manos pálidas, de sus ojos verdes y serenos que miran amorosamente. El corazón de las anjanas es una rosa muy grande, con muchas gotas de miel en las hojas y un rocíu que díz que son las lágrimas de la madre Dana.

Antes del amanecer han aderezado su cabellera, con peines de coral y lazos de seda, despues se hincan y rezan una jaculatoria por todas las desgracias de los hombres. Andan lentamente por los senderos, se sientan a descansar a la orilla de los arroyos y los pajarillos les cantan canciones que solo ellas logran entender, conversan con las aguas... La voz de la anjana diz que es lo mesmo que la voz de los angeles. Unas veces paez un ruiseñor (cuando están contentas y otras paez escarabajeu del pisar de las ojas en otoño En el solsticio de primavera, a la media noche, se reunen en las brañas y danzan hasta el amanecer asidas de la mano, esparcen rosas y quien logre encontrar una de estas rosas que tien petalos encarnados, verdes, amarillos y azules, será feliz hasta la hora de su muerte.

Caballucos del diablo



Los Caballucos del Diablo surgen en la mágica noche de San Juan en un estallido de fuego y humo e inundando el silencio de la noche con un bramido infernal que libera la furia de estar contenidos durante un año. Los Caballucos del Diablo portan alas de libélula con las que surcan la noche en busca de los tréboles de cuatro hojas que comen para evitar que los mortales los encuentren y les den fortuna y salud. Las leyendas relatan que los Caballucos eran siete que se corresponden con los colores: rojo, blanco, negro, azul, verde, amarillo y anaranjado. El primero de ellos, el caballo rojo, el más robusto y grande es el jefe que dirige al resto en su misión de búsqueda. Los lugareños que han visto a los caballucos dicen que el mismo diablo cabalga sobre él.

Los Caballucos atraviesan sendas y caminos dejando huellas de herraduras sobre todo lo que pisan. Las rocas y piedras que se encuentran bajo sus pezuñas quedan marcadas como si se tratase de tierra recién labrada. Tal es la fuerza de su pisada. También poseen un resoplido tan fuerte y frío como los vientos de invierno que hace moverse y caer a las hojas de los árboles y arbustos. A veces, señalan los lugareños, los caballos después de tan fatigosa búsqueda, se paran agotados y su saliva goteando se vuelve barras de oro que si son encontradas por algún hombre le traerán suerte y le harán inmensamente rico, pero cuando muere, su alma baja directamente al infierno. Las leyendas y supersticiones señalan que estos caballos provenientes del infierno, en realidad eran hombres que por sus pecados perdieron su alma y se vieron obligados a recorrer Cantabria por el resto de la eternidad.

El caballo rojo era un hombre que prestaba dinero a los labradores y luego embargaba sus propiedades con sucias tretas; el blanco era un molinero que robaba muchos sacos del molino de su señor; el negro era un viejo ermitaño que engañaba a la gente; el amarillo era un juez corrupto; el azul, un tabernero; el verde, un señor de muchas tierras que deshonró y se aprovechó de muchas jóvenes y el naranja era un hijo que por odio pegaba a sus padres.

Culebre


El Culebre es un misterioso dragón que las leyendas sitúan en una cueva en los acantilados de San Vicente de la Barquera. Está emparentado con los grandes dragones de otras tierras. Como estos, tiene una sola cabeza y una enorme boca con terribles dientes por la que expulsa fuego y azufre. Sus ojos tienen el color de ascuas ardientes. Todo su cuerpo está cubierto de escamas y en su espalda posee unas pequeñas alas de murciélago que le permiten volar.

Se cuenta que el Culebre tras varios siglos de longevidad ha perdido parte de sus poderes. Esto sucede sobre todo la noche de San Juan cuando se dice que fallan los encantamientos mientras que, según se habla, la noche de San Bartolomé sale de su cueva con sus poderes acrecentados, provocando tempestades y desatando el terror entre las tranquilas gentes de San Vicente. Cuenta la leyenda que el durante un tiempo el Culebre exigía como tributo una doncella virgen para devorarla, pero una vez, una de las doncellas invocó al Apostol Santiago para que la salvara de tan cruel muerte y entonces, el Culebre como herido en el pecho, soltó una nube de azufre por la boca y retorciendose, herido y humillado, se metió en la cueva para no volver a pedir tributo a las gentes.

Enanucos bigaristas


Solitarios enanos que habitan en las toberas de los árboles en los densos bosques cántabros. Su nombre proviene de que saben tocar el bígaro, instrumento de viento musical similar a una concha de mar, con cientos de notas diferentes, cosa que no saben hacer ni los más viejos hombres de mar. Se dedican a ayudar a la gente necesitada, dándoles consejos y presagios con sensatez, ya que conocen y entienden los problemas de los hombres.

Su sabiduría también les permite forjar alianza con alguna anjana de buen entendimiento y juntos discuten largamente sobre cosas referentes a su cultura. A pesar de tanta bondad, si alguien los ofende o los engaña, estos se vuelven malvados con esa persona, haciendo que sufra por su error. Las leyendas rumorean que existe un enano maléfico en los montes de Iguña que habita junto a una colina llamada Lindalaseras. Este se dedica por la noche a corromper el agua de la fuente llenandola de escorpiones y por el día toca el bígaro produciendo un sonido mágico tan agradable que atrae a jóvenes y pastores. Cuando estos llegan, con un brinco se presenta ante ellos y les habla con zalamería, produciendoles inconscientemente sed y despues les incita a beber de la fuente. Y así, se rumorea que los que beben de la fuente se vuelven pesimistas, ariscos y son víctimas de la melancolía y más tarde de la muerte.

Nuberos


Los Nuberos son los genios traviesos y maliciosos que montados en nubes grises se divierten provocando tormentas con la intención de asustar con sus rayos a los animales y destruir con el granizo las cosechas de los hombres. Son pequeños, de cara maliciosa y aspecto obeso. Siempre aparecen montados en sus nubes que ellos mismos crean y desde ellas controlan el granizo, el rayo y la lluvia. Crean sus nubes gracias a un poder especial que tienen y no les son necesarios componentes para realizarlo. También pueden invocar rayos a voluntad, y no dudarán en utilizarlos como armas si son atacados o molestados. Los nuberos suelen cometer sus fechorías a antojo pudiendo incluso reunirse varios de ellos para juntos formar un gran nubarrón de tormenta con la que divertirse.

Ojáncana



La ojáncana también llamada "la novia del ojáncano" por las pérfidas maldades que tiene con él en común, es una gran criatura humanoide y de terribles rasgos físicos: carichata y macrocéfala, adornada con greñas de cabello oscuro, sucio y alborotado.

Con enormes y retorcidos dientes que surgen de su sobresaliente labio inferior imitando a los de un jabalí y con una piel escamosa y agrietada. Pero la más caracteristica deformidad es el gran tamaño de sus pechos que caen alargados como bolsas y que puede cargarlos a la espalda, acto que suele realizar cuando caza, está enfadada o huye. Le gusta cazar los niños que se pierden por el bosque, con los que se alimenta. Primero les roba toda la sangre, para ella el más exquisito licor, y más tarde los devora a grandes dentalladas. Cuando no dispone de sus infantiles víctimas, se tiene que conformar con comer animales, que acumula en sus antros lobregos y profundos, generalmente cuevas oscuras. En los umbrales de estos lugares es donde algunos lugareños dejan carne o pan de mijo junto a cuencos de leche o sangre de animales confiando evitar sus continuas salidas de caza de hombres, niños y rebaños. Se rumorea que existen ojáncanas en numerosas cuevas de Cantabria: en la Penilla de Cayón, Santurce de Toranzo y Cieza en Torrelavega.

Ojáncano

Los ojáncanos son quizás las criaturas más malvadas que habitan en Cantabria. Se oponen completamente a las anjanas. Si estas son afecto, dulzura, humildad y amabilidad, el ojáncano es odio, ira y destrucción. El ojáncano se alegra de los males de los hombres y disfruta con la destrucción de sus cosas.
Su aspecto es tan terrible como su conducta. Su rostro es redondo de color amarillento y con unas largas barbas de color rojizo. Los cabellos son también de color rojo pero menos intenso. Tiene un solo ojo en mitad de la frente en el que se dice se vislumbra su odio y maldad. Este ojo brilla por la noche como si estuviera al rojo. Se cuenta también que tiene un tiene un pelo blanco entre sus espesas barbas; este es el punto debil del ojáncano ya que si se le arranca este pelo, muere inmediatamente. La voz del ojáncano es a su vez tan terrible como si de un trueno se tratara y suena como un vendaval de invierno soplando en las montañas. Los ojáncanos son tan fuertes que no hay peso imposible de levantar para ellos. Muchos de los árboles caídos a orillas de los ríos cuando hay vendaval los ha tirado algún ojáncano y es que cuando hay viento, se les enredan las barbas y estos enfurecidos descargan su ira con los árboles y con todo lo que pillan a mano. Los ojáncanos se alimentan de bellotas, de las hojas de los acebos, de las ovejas y de las vacas que pastan por donde ellos viven. En alguna ocasión bajan a los valles y roban las panojas de maíz.
Estas criaturas habitan en grutas profundas cuya entrada está siempre disimulada por maleza, arbustos y grandes rocas. Cuando los ojáncanos están aburridos se dedican a arrancar rocas de los montes y a colocarlas en las fuentes, en los atajos o en las puertas de los refugios. Otras veces, estropea los puentes, roba ovejas y destruye el sembrado de los campesinos. Se dice que el ojáncano se puede transformar en un mendigo anciano, cuando hace esto entra en los pueblos y por las noches mata a las ovejas, a las gallinas y a las vacas, destruye los frutos y huye al amanecer antes de que nadie despierte.
El mito masculino, fiero, malhumorado, gigantesco, siempre pensando en malas fechorias, este es la antítesis de la bondad, de la dulzura de la Anjana. Donde ésta pone afecto, recompensa, humildad y regalo, el Ojáncano pone rencor, castigo, soberbia y hurto. El rostro es redondo, de color amarillento, con unas barbas largas y bermejas como una llama, los cabellos son de un rojo menos intenso. Su unico ojo, en la mitad de la frente, relumbra como una candela y está rodeado de unas arrugas pálidos con unos puntitos azules. La voz del ojancano es parecida a un trueno que se oye a lo lejos. Al alba se levanta y empieza a caminar por el monte, con jadeo como el de un osu cansao. Para entretenerse arrastra peñas y las acerca a camberas y brañas donde se guarece el ganado. Tambien tiene la costumbre de estropear las juentis, de romper las tejas de las casas y dejar bojonas a las vacas.

Osa de Ándara


Famosa mujer-osa de nuestra mitología. Se dice que vive en la región de Andara donde aterroriza a sus habitantes. Habita en el Grajal y Mancodio en verano y en las cavernas de la entrada al desfiladero de la Hermida conforme se va acercando el invierno. A medida que el tiempo empeora, el frío y las nieves la obligan a bajar a Andara. Se dice que es muy brava y forzuda atacando sin cobardía solo a aquel que le irrita.

Tiene cara de mujer, aunque está arrugada y quemada por el sol. Asimismo, sus rasgos están desdibujados por su aspecto bestial. Sus cabellos están arremolinados y son oscuros como el carbón. Sus brazos y piernas están cubiertos también por un espeso pelambre semejante al de un oso, de donde viene su nombre. Se cubre el cuerpo con un traje raído y harapiento así como con pieles de cabritillo. Se alimenta de leche, castañas, raíces y maíz, aunque también se dice que mantiene con ella un rebaño de ovejas que ella misma roba y de las que se alimenta. También captura a veces un rebeco recien nacido al que cría y domestica y que no sacrifica hasta que ha encontrado otro para suplirle.

Tentirujo


Duende malicioso de orejas puntiagudas, manos largas y piel parduzca de ropajes rojizos y boina en la cabeza.

Se dedica a pervertir a las muchachas solitarias mediante caricias que realiza mientras se encuentra invisible con la ayuda de una planta joven de mandrágora que, siempre que realiza sus fechorías, lleva en la mano. Las muchachas que han pasado por esa singular experiencia cambian de conducta pasando de ser solitarias a volverse alegres y apasionadas. Se cree que el tentirujo puede tener cierta relación con la diablesa de la lujuria Masabakes y que es ella quien le indica el lugar donde debe actuar ayudándole a transportarse hasta allí.

Trentis


Duendes de la mitología cántabra cubiertos de hojas, musgo y raíces; sus cara son sensiblemente negras y sus ojos de color verde.

Tienen un comportamiento exageradamente bromista, siendo el típico duende malicioso y pícaro. Gustan de esconderse entre arbustos y matorrales con la intención de sorprender a las muchachas jóvenes para poder tirarlas de las faldas. Acostrumbran a dormir en los árboles durante el verano mientras que durante el invierno duermen en las torcas. Se alimentan sobre todo de panojas y endrinas, aunque nunca se les ha visto beber agua puesto que se sabe que los trenti tienen un miedo terrible al agua ya que esta resulta venenosa para ellos, pudiendo resultarles mortal. Tambien son duendes, pero a diferencia de los trasgus, estos suelen ayudar al hombre sin que lo sepan, siendo particularmente buenos con los niños. Cuando alguien pierde algo, se entonaba una cancioncilla y el trenti solia hallar lo perdido. Siempre deseando agradar, ayudan a las ancianas que no pueden valerse ya los pastores que pierden el ganado tras la tormenta o las fechorías del ojáncano. Quien los ha visto los describe con pelo rojuco, ojos marrones y de mirada limpia, con ropa de musgo y hebillas de plata, zapatines de pieles de animales y un leve tintineo, como de gotas de lluvia que siempre se oye cuando se mueve.

Ventolines


Los ventolines son la contrapartida a los nuberos. Los ventolines son al contrario que los nuberos, unos genios benévolos y simpáticos con cara de ángel y grandes alas de color verde; sus ojos son tan blancos como la espuma de las olas. La principal diferencia con los nuberos es que los ventolines se encargan de ayudar a las personas y muy especialmente a los pescadores viejos incapaces de remar o a aquellos que se encuentran en peligro en el mar. Cuando un pescador está cansado bajan de las nubes de la puesta de sol, su supuesto lugar de origen, y soplando provocan una suave brisa que lleva sin peligro las barcas a la orilla. También les ayudan protegiéndolos del frío con sus alas o ayudando a cargar los peces en su barca.

Trastolillo



Duendecillo enredador y burlón que vive en las casas de los hombres. Tira la harina, bebe la leche y afloja las tarabillas de las ventanas entre chirriantes risas e hipócritas lloriqueos.

La sirenuca



Guapísima moza de Castro Urdiales aficionada a trepar por los acantilados más peligrosos para cantar al compás de las olas. Por ello fue transformada en una mujer con cola de pescado.

El hombre pez



Nació en Liérganes y hasta los 16 años fue un chico normal. Entonces desaparece en las aguas y se convierte en hombre pez, siendo atrapado mucho tiempo después por unos pescadores en alta mar.

Las ijanas del valle de Aras



Revoltosas y glotonas, saquean las colmenas y entran en las cosas a robar comida. Todas tienen un pecho enorme que echan atrás por encima del hombro derecho, cayéndole a la esplada.